Durante más de diez años funcionó en Ciudadela el extraordinario estudio de arquitectura del alemán Helmut Wagner, y si bien es cierto que se encargaba de realizar obras civiles, se trataba ciertamente de un estudio fuera de lo común ya que su dueño rechazaba los encargos tradicionales y elegía solamente aquellos de índole inusual y extravagante. La fama del arquitecto era largamente conocida entre sus colegas y amigos, por ello nadie dudaba en recomendarlo, sobre todo en lo concerniente a proyectos atípicos; Si algún cliente pretendía construir una casa que tuviera la forma de una pirámide invertida, todos sabían que debía acudir con el germano, y si otra persona fantaseaba con tener una piscina vertical en su patio o habitar en la réplica de un castillo medieval, nadie mejor que Wagner para convertir aquellos delirantes sueños en realidad.
Debido a su singular talento, Helmut saboreó un relativo éxito incluso desde sus inicios, aunque el pico real de su popularidad lo alcanzó el día en que concibió la idea de los laberintos urbanos.
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A partir de aquel evento fortuito fue que decidió crear soluciones en forma de laberintos urbanos para vender a cualquier individuo en apuros, de manera tal que, si un potencial cliente buscaba rehuir de algún compromiso, Wagner le ofreciera la cobertura ideal para hacerlo en conjunto con una elegante excusa que le evitase al susodicho, el mal trago de quedar en evidencia ante los demás.
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La idea era simple pero efectiva. Cuando un cliente requería desembarazarse de algún compromiso, no tenía más que contactar a Wagner quien, inmediatamente después de firmar el contrato, lo acompañaba hacia el ingreso de alguno de sus múltiples laberintos. Allí, el susodicho era liberado a su aire para que deambulara sin preocupaciones hasta la hora previamente pactada.
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Encontrá el relato completo en el libro "El paraíso de los errantes", y decubre que fue de la vida de Helmut y sus famosos laberintos urbanos. Tambien en formato ebook.
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